Hace exactamente 123 días que estamos juntas, es por eso que hoy etamos festejando nuestro "cumple mes nº 4" .
A pesar de que ya te escribí una carta, no se porque no me canso de escribirte, decirte o reiterarte lo feliz que me siento porque de alguna forma o por arte de magia llegaste a mi vida y me rescataste.
Nuevamente le imprimiste color a mis días, le diste rumbo y dirección a mis acciones, motivos a mis proyectos y lo más importante sentido a mi vida.
Sos la persona por la cual me levanto en las mañanas y en la cual pienso al acostarme. Deseando que cada minuto que no estas a mi lado pase pronto para que pueda llegar así el momento de encontrarnos.
Hoy a pesar de que la tarde estaba muy fría y nublada, yo me sentí muy bien a tu lado y compartir la merienda con vos fué un festejo sencillo pero no por eso menos importante.
Te quiero mucho mucho muchote...
"FELIZ ANIVERSARIO MI AMORSOTE"
miércoles, agosto 30, 2006
martes, agosto 22, 2006
Casi.... "Blanco Ala"
Con la carta anterior, quise parar el torbellino de sentimientos incómodos que rodeaba la relación con mis amigas de la toda la vida, si bien somos un grupo grande, estas 4 chicas son lo mas cercano que tengo. Y bue igual fue duro de roer.
Una de ellas, ya me había venido a plantear la situación un mes atras mas o menos, con la excusa de que alguien le había contado a través de un mensajito. Yo sinceramente no le creí. Pero bue si ese fue el medio que ella encontró para afrontar la situación, bienvenido sea, la felicito por animarse a preguntar, a encarar y en cierta forma también le agradesco por ir de frente y ahorrarme el trabajo a mi que soy bastante cobarde...jajaja.
Y bue ahora faltaban las otras... ellas ya sabían, yo sabía que ellas sabian, y asi seguía el circulo...
Como dije..soy muy cobarde...asi que les escribí un mail... después le mande msj para que revisen su correo y bue...
Il Sabato sera nos reunimos y hablabamos de cualquier cosa, si yo soy cobarde, ellas no se quedan atrás..jajaja. Hasta que una dijo -Basta! esto es cualquiera, pregunten de una vez! jajaja
Y bue las chicas rapidamente fueron perdiendo la timidez y cada vez preguntaban más y tuve que contarles todo desde el principio.
Resumiendo... me siento muy aliviada y feliz, después de eso tenía una super sonrisa que me duró horas y me encanto porque las chicas estaban muy solidarias, todas se ofrecían para cubrirme para que yo pueda salir con mi GF.
Lo único que no les dije o mejor dicho les negué fue la identidad de mi primer pareja, porque ellas la conocen y no daba y me preguntaron muy de una y no supe que decir y mentí.
Pero bue ya esta, si no hubiese sido por eso, el blanqueamiento hubiese sido total.
Una de ellas, ya me había venido a plantear la situación un mes atras mas o menos, con la excusa de que alguien le había contado a través de un mensajito. Yo sinceramente no le creí. Pero bue si ese fue el medio que ella encontró para afrontar la situación, bienvenido sea, la felicito por animarse a preguntar, a encarar y en cierta forma también le agradesco por ir de frente y ahorrarme el trabajo a mi que soy bastante cobarde...jajaja.
Y bue ahora faltaban las otras... ellas ya sabían, yo sabía que ellas sabian, y asi seguía el circulo...
Como dije..soy muy cobarde...asi que les escribí un mail... después le mande msj para que revisen su correo y bue...
Il Sabato sera nos reunimos y hablabamos de cualquier cosa, si yo soy cobarde, ellas no se quedan atrás..jajaja. Hasta que una dijo -Basta! esto es cualquiera, pregunten de una vez! jajaja
Y bue las chicas rapidamente fueron perdiendo la timidez y cada vez preguntaban más y tuve que contarles todo desde el principio.
Resumiendo... me siento muy aliviada y feliz, después de eso tenía una super sonrisa que me duró horas y me encanto porque las chicas estaban muy solidarias, todas se ofrecían para cubrirme para que yo pueda salir con mi GF.
Lo único que no les dije o mejor dicho les negué fue la identidad de mi primer pareja, porque ellas la conocen y no daba y me preguntaron muy de una y no supe que decir y mentí.
Pero bue ya esta, si no hubiese sido por eso, el blanqueamiento hubiese sido total.
domingo, agosto 20, 2006
Something that I want to tell you....
Bueno ante todo chicas quiero pedirle mil disculpas por elegir este medio o forma tan impersonal para decirles algo que realmente es muy importante para mí, pero así también a la vez es muy difícil.
Well veamos x donde empezamos….
Primero que todo no quiero que piensen que si no se los dije antes no fue porque no las aprecio o porque no confío en uds. Sino simplemente porque creo que no es una grata noticia, de la cual se alegrarían de escucharla. Al principio era como que nadie se daba cuenta y bueno yo pensaba “ojos que no ven corazón que no siente” y aparte no sabía si estaban listas para sobrellevar una información así y como reaccionarían. También siempre estuvo presente el miedo de que el mundo se te venga abajo y que todo el mundo te de vuelta la cara.
Bueno, sin más vueltas voy a decirlo, quiero que sepan que estoy saliendo con alguien. Esta es la parte que no se si les va a gustar, es una chica. Y si, así como lo acaban de leer.
Y bue yo se que no es lindo escuchar esto, pero bueno no puedo hacer otra cosa que aceptarlo y afrontarlo.
Esto ya lo hable con Sil y confieso q no fue por mi propia voluntad y ella me comento lo que pasaba, cosa de la cual yo también ya me había percatado.
Y si, aunque no sea agradable, creo que es un alivio blanquear la situación, porque debo confesar que vivir mintiendo y vivir una mentira no es agradable, sino todo lo contrario es extenuante y lleva a tener muchos conflictos internos y a cuestionarse muchas cosas.
Bueno chicas eso era todo ni mas ni menos…
Yo se como se pueden llegar a sentir y desde ya les pido mil disculpas.
Disculpen si se sienten que fueron engañadas, o que fui hipócrita con uds o si se sienten decepcionadas o no se, que se yo cualquier cosa que se les pase por la cabeza.
Espero que lo tomen de la mejor manera posible, porque yo realmente las aprecio mucho a uds y las quiero un montón y la verdad es que no me gustaría perderlas como amigas después de tantos años y de tantas cosas que hemos compartido juntas.
Tampoco espero que me feliciten o que salten de alegría porque es comprensible, yo se que es difícil de manejarlo porque hasta a mí me cuesta y es algo con lo que te levantas todos los días de la cama y no desaparece. Pero bueno después de un tiempo quizás lleguen a entenderme.
Pero sino es así, no se hagan drama, yo las voy a entender.
Muchas gracias por los buenos momentos que hasta ahora hemos pasado juntas y por haberme brindado su amistad incondicional.
Las quiero mucho…
Well veamos x donde empezamos….
Primero que todo no quiero que piensen que si no se los dije antes no fue porque no las aprecio o porque no confío en uds. Sino simplemente porque creo que no es una grata noticia, de la cual se alegrarían de escucharla. Al principio era como que nadie se daba cuenta y bueno yo pensaba “ojos que no ven corazón que no siente” y aparte no sabía si estaban listas para sobrellevar una información así y como reaccionarían. También siempre estuvo presente el miedo de que el mundo se te venga abajo y que todo el mundo te de vuelta la cara.
Bueno, sin más vueltas voy a decirlo, quiero que sepan que estoy saliendo con alguien. Esta es la parte que no se si les va a gustar, es una chica. Y si, así como lo acaban de leer.
Y bue yo se que no es lindo escuchar esto, pero bueno no puedo hacer otra cosa que aceptarlo y afrontarlo.
Esto ya lo hable con Sil y confieso q no fue por mi propia voluntad y ella me comento lo que pasaba, cosa de la cual yo también ya me había percatado.
Y si, aunque no sea agradable, creo que es un alivio blanquear la situación, porque debo confesar que vivir mintiendo y vivir una mentira no es agradable, sino todo lo contrario es extenuante y lleva a tener muchos conflictos internos y a cuestionarse muchas cosas.
Bueno chicas eso era todo ni mas ni menos…
Yo se como se pueden llegar a sentir y desde ya les pido mil disculpas.
Disculpen si se sienten que fueron engañadas, o que fui hipócrita con uds o si se sienten decepcionadas o no se, que se yo cualquier cosa que se les pase por la cabeza.
Espero que lo tomen de la mejor manera posible, porque yo realmente las aprecio mucho a uds y las quiero un montón y la verdad es que no me gustaría perderlas como amigas después de tantos años y de tantas cosas que hemos compartido juntas.
Tampoco espero que me feliciten o que salten de alegría porque es comprensible, yo se que es difícil de manejarlo porque hasta a mí me cuesta y es algo con lo que te levantas todos los días de la cama y no desaparece. Pero bueno después de un tiempo quizás lleguen a entenderme.
Pero sino es así, no se hagan drama, yo las voy a entender.
Muchas gracias por los buenos momentos que hasta ahora hemos pasado juntas y por haberme brindado su amistad incondicional.
Las quiero mucho…
jueves, agosto 17, 2006
Los Pocillos
Bueno como tanto hable del famoso cuento, no quería ser egoísta y quiero compartir con uds este cuento que durante tanto tiempo busque....
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con el platillo de otro. "Negro con rojo queda fenomenal", había sido el consejo estético de Enriqueta. Pero Mariana, en un discreto rasgo de independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del mismo color.
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse, tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor. Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba también las modulaciones de la voz. "No lo tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Mariana."
Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda, habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían inaugurado el encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún de aquella época?
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alberto.
"No."
"¿Querés que te sea sincero?"
"Claro."
"Me parece una idiotez de tu parte."
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos."
La época anterior a la ceguera, José Claudio nunca había sido especialista en la exteriorización de sus emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de sí.
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. "Acordate de lo que siempre te decía Menéndez."
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Ciencia No Cree en Milagros.
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano."
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y Mariana hubiera querido -sinceramente, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita. Después fue un temor horrible frente a la posibilidad de una discusión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó al ventanal.
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La pregunta era para ella.
"No", respondió José Claudio. "Fijate vos por mí."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, apropósito de él. De pronto Mariana supo que se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. "Gracias", había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro, en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa comparación.
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el que pierde se embroma y viene a verme."
"También puede ser que te aprecien", dijo Alberto, "que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable como te parece de un tiempo a esta parte."
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nuevo." La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era nada más que eso: Alberto y ella.
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había impedido disfrutar de la caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella, como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan perfecta como silenciosa.
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el pocillo rojo."
Los Pocillos- Mario Benedetti
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con el platillo de otro. "Negro con rojo queda fenomenal", había sido el consejo estético de Enriqueta. Pero Mariana, en un discreto rasgo de independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del mismo color.
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse, tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor. Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba también las modulaciones de la voz. "No lo tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Mariana."
Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda, habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían inaugurado el encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún de aquella época?
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alberto.
"No."
"¿Querés que te sea sincero?"
"Claro."
"Me parece una idiotez de tu parte."
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos."
La época anterior a la ceguera, José Claudio nunca había sido especialista en la exteriorización de sus emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de sí.
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. "Acordate de lo que siempre te decía Menéndez."
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Ciencia No Cree en Milagros.
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano."
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y Mariana hubiera querido -sinceramente, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita. Después fue un temor horrible frente a la posibilidad de una discusión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó al ventanal.
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La pregunta era para ella.
"No", respondió José Claudio. "Fijate vos por mí."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, apropósito de él. De pronto Mariana supo que se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. "Gracias", había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro, en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa comparación.
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el que pierde se embroma y viene a verme."
"También puede ser que te aprecien", dijo Alberto, "que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable como te parece de un tiempo a esta parte."
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nuevo." La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era nada más que eso: Alberto y ella.
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había impedido disfrutar de la caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella, como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan perfecta como silenciosa.
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el pocillo rojo."
A long long time ago....
Hace aproximadamente 10 años me enamore mal.... del libro de una compañera.
Ella siempre tenía buenos libros ya que la madre tenía una libreria. No eramos muy amigas pero manteniamos una buena relación de compañeras de curso y solíamos conversar a menudo ya que se sentaba unos bancos delante mío.
Yo estaba en 5to año y vino una profesora suplente de Literatura que no tenía ni la más pálida idea de que dar durante los 80 minutos que duraba la clase.
Una vez, no se si como sugerencia para la clase de literatura o se apiado de la inútil profesora, ella trajo un libro gordísimo de Mario Benedetti, que estaba lleno de pequeños cuentos. La profesora eligió 2 o 3 cuentos de ahí, nos hizo fotocopiarlos y leerlos.
La verdad que yo ni recuerdo cuales eran esos cuentos.
Porque durante los días que ella trajo el libro a la escuela, en horas libres o horas de escasa importancia yo se lo robaba y leía todo lo que podía.
Y lo único que recuerdo, que me quedo muy grabado, fue un cuento que me impresionó y me quede embobada por el cuento. El cuento se llama "Los pocillos".
Durante mucho tiempo, cada tanto yo buscaba por las librerias el famoso libro gordo de Benedetti , pero lo mas lindo es que yo no se como se llama el libro.
Pero siempre lo recordaba porque yo inspirada en el cuento le hice comprar a mi mamá unos pocillos similares a los del cuento y cada vez que servía algo en esos pocillos, me acordaba del cuento.
La verdad que no se porque hace unos días me volví acordar del cuento y esta vez lo busque y lo encontre, en google obviamente y ahora, me siento feliz y tranquila por haber encontrado el cuento, que estaba tal cual como yo lo recordaba.
Finalmente ahora después de 10 años la busqueda ha terminado.
Ella siempre tenía buenos libros ya que la madre tenía una libreria. No eramos muy amigas pero manteniamos una buena relación de compañeras de curso y solíamos conversar a menudo ya que se sentaba unos bancos delante mío.
Yo estaba en 5to año y vino una profesora suplente de Literatura que no tenía ni la más pálida idea de que dar durante los 80 minutos que duraba la clase.
Una vez, no se si como sugerencia para la clase de literatura o se apiado de la inútil profesora, ella trajo un libro gordísimo de Mario Benedetti, que estaba lleno de pequeños cuentos. La profesora eligió 2 o 3 cuentos de ahí, nos hizo fotocopiarlos y leerlos.
La verdad que yo ni recuerdo cuales eran esos cuentos.
Porque durante los días que ella trajo el libro a la escuela, en horas libres o horas de escasa importancia yo se lo robaba y leía todo lo que podía.
Y lo único que recuerdo, que me quedo muy grabado, fue un cuento que me impresionó y me quede embobada por el cuento. El cuento se llama "Los pocillos".
Durante mucho tiempo, cada tanto yo buscaba por las librerias el famoso libro gordo de Benedetti , pero lo mas lindo es que yo no se como se llama el libro.
Pero siempre lo recordaba porque yo inspirada en el cuento le hice comprar a mi mamá unos pocillos similares a los del cuento y cada vez que servía algo en esos pocillos, me acordaba del cuento.
La verdad que no se porque hace unos días me volví acordar del cuento y esta vez lo busque y lo encontre, en google obviamente y ahora, me siento feliz y tranquila por haber encontrado el cuento, que estaba tal cual como yo lo recordaba.
Finalmente ahora después de 10 años la busqueda ha terminado.
HELP!!!!!!!!!!!!!!!!!
......no me mientas, no me digas la verdad
no te quedes callada, no levantes la voz
ni me pidas perdón.....
Por favor necesito que desaparezcas de mi vida, de mi mente x un tiempo.
Necesito pensar, sin que vos ocupes lugar entre mis pensamiento.
Quiero espacio y me urge entenderte y entender lo ueq me pasa con vos.
Tu forma de amar me confunde y hasta me irrita en ciertas ocasiones.
Vivimos en una sociedad y convivimos con otras personas con las cuales nos relacionamos, por mas que vos me quieras demasiado, la sociedad no va a desaparecer y nuestras relaciones con los demás tampoco.
Es mas, yo no quiero que desaparescan...
sábado, agosto 12, 2006
How can I do???
- Como se puede hacer para encontrar el equilibrio?
- Como se pueden combinar el pasado con el presente?
- Como se pueden homogenizar celos y confianza?
- Como tener Amor con libertad?
Como hacerte entender que estar con vos me encanta y me hace sentir muy bien.
Que estando en tus brazos me siento muy feliz y segura y no me importa nada de lo que pase a mi alrededor.
Y no me importa si te quiero mucho o demasiado o si vos no me queres de la misma forma.
Yo simplemente te quiero de la manera que yo se querer y trato de hacerlo de la mejor manera posible.
Y solo espero que mi forma de quererte te guste, para que te sientas bien a mi lado, asi como yo me siento cuando estoy con vos y simplemente no puedo dejar de sonreir.
Pero también quiero que entiendas que yo quiero tener una vida y esa vida compartirla con vos.
Me dejas?
Me lo permitis?
jueves, agosto 10, 2006
Another One
I`m just happy, my dear gf, gave me a present, "El Coronel No Tiene Quien le Escriba".
Es un libro mas del gran autor que yo tanto admiro.
No es nuevo, pero igual me encanta, el solo hecho de pensar que algún día terminare de coleccionar los libros y que voy a tenerlos a todos me emociona.
Tengo la misma sensación de alegria que tenía cuando compraba mis cds originales de los Beatles.
Por ahora solo lo puse en la biblioteca a que espere su turno para ser leído, todavía estoy con "La mala hora" y tengo otro groso (Vivir para contarla) pendiente asi que...
Pero bue.. a los libros al igual que a las personas... "a todos les llega su hora"
Es un libro mas del gran autor que yo tanto admiro.
No es nuevo, pero igual me encanta, el solo hecho de pensar que algún día terminare de coleccionar los libros y que voy a tenerlos a todos me emociona.
Tengo la misma sensación de alegria que tenía cuando compraba mis cds originales de los Beatles.
Por ahora solo lo puse en la biblioteca a que espere su turno para ser leído, todavía estoy con "La mala hora" y tengo otro groso (Vivir para contarla) pendiente asi que...
Pero bue.. a los libros al igual que a las personas... "a todos les llega su hora"
miércoles, agosto 09, 2006
Run Baby Run
13:23
Estoy atrasada, como siempre, siempre estoy atrasada, vivo corriendo al reloj , pero siempre se me escapa...jajaja
Siempre, pero siempre llego tarde a todos lados, y aunque viva apurada no se xq nunca me alcanza el tiempo...
A las 14 tendría q estar entrando a mi clase de Italiano, previo comprar las fotocopias en frente donde tardan mil hs x cualquier fotocopia q pidas..
No se porque tengo ganas de escribir sobre mi abu, es q la extraño, no se xq pero la extraño, algunos dias mas q otros...
Pero no puedo quedarme a escribir xq tengo q vestirme p/ ir a Italiano, salir de Italiano y correr a mi trabajo, de mi trabajo ir a pagar el club y llevar 1 certificado, volver a mi casa, comer 1 yoghurt, hacer 1 currilum, llevar ese currilum, buscarla a mi novia y tratar de disfrutar los minutos q pueda de su compañia, llevarla a mi novia a la parada, ir al super, volver a casa preparar la cena, preparar las cosas p/ mañana, un poco de TV, un poco de chat y a dormir...
13:31
me voy xq estoy llegando tarde...
P/D yo solo queria quedarme a escribir...
Estoy atrasada, como siempre, siempre estoy atrasada, vivo corriendo al reloj , pero siempre se me escapa...jajaja
Siempre, pero siempre llego tarde a todos lados, y aunque viva apurada no se xq nunca me alcanza el tiempo...
A las 14 tendría q estar entrando a mi clase de Italiano, previo comprar las fotocopias en frente donde tardan mil hs x cualquier fotocopia q pidas..
No se porque tengo ganas de escribir sobre mi abu, es q la extraño, no se xq pero la extraño, algunos dias mas q otros...
Pero no puedo quedarme a escribir xq tengo q vestirme p/ ir a Italiano, salir de Italiano y correr a mi trabajo, de mi trabajo ir a pagar el club y llevar 1 certificado, volver a mi casa, comer 1 yoghurt, hacer 1 currilum, llevar ese currilum, buscarla a mi novia y tratar de disfrutar los minutos q pueda de su compañia, llevarla a mi novia a la parada, ir al super, volver a casa preparar la cena, preparar las cosas p/ mañana, un poco de TV, un poco de chat y a dormir...
13:31
me voy xq estoy llegando tarde...
P/D yo solo queria quedarme a escribir...
jueves, agosto 03, 2006
Yo se los pido....
Necesito alguien
que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo
Que ponga tachuelas en mis zapatos
para que me acuerde que voy caminando
y que cuelgue mi mente de una soga
hasta que se seque de problemas
y me lleve...Y que esté en mi cama
viernes y domingo
para estar en su alma todos los demás
dias de mi vida
Que me quiera cuando estoy
cuando me voy, cuando me fui
y que sepa servir el té, besarme después
y echar a reir
Y que conozca las palabras
que jamás le voy a decir
y que no le importe mi ropa
si total me voy a desvestir..para amarla
Necesito alguienque me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo
Si conocen alguien asi,
yo se los pido
que me avisen porque es asi totalmente
quien necesito..
que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo
Que ponga tachuelas en mis zapatos
para que me acuerde que voy caminando
y que cuelgue mi mente de una soga
hasta que se seque de problemas
y me lleve...Y que esté en mi cama
viernes y domingo
para estar en su alma todos los demás
dias de mi vida
Que me quiera cuando estoy
cuando me voy, cuando me fui
y que sepa servir el té, besarme después
y echar a reir
Y que conozca las palabras
que jamás le voy a decir
y que no le importe mi ropa
si total me voy a desvestir..para amarla
Necesito alguienque me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo
Si conocen alguien asi,
yo se los pido
que me avisen porque es asi totalmente
quien necesito..
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